Toda la información e historia sobre las témporas

Toda la información e historia sobre las témporas

Según el autor Jose Antonio Cosío, en la crónica en el Oriente de Asturias, en Llanes a 23 de septiembre, cita lo siguiente:

<<Hoy, viernes 23 de septiembre de 2011 —a las 9:04 hora solar y 11:04 hora oficial—, el Sol se sitúa en el ecuador celeste, en la constelación de Virgo, y el día y la noche durarán exactamente lo mismo en todo el mundo, excepto en los polos. El equinoccio de otoño, que precisamente hoy se produce en el hemisferio norte, no es una fecha, dura un instante, un instante en que los dos polos de la Tierra se encuentran a la misma distancia del Sol. Siendo así las cosas, tal vez sea una buena oportunidad para fijar con toda exactitud, cada cual en su localidad, los puntos Este y Oeste, ocasión que no se repetirá hasta el equinoccio de primavera. Estos trabalenguas de espacio, de esferas, de luz y de sombra, de movimiento, de repeticiones, sin embargo, no nos son tan lejanos: son el milimétrico día a día. Siguiendo a la historiadora Carmen Gozalo de Andrés, témpora es la castellanización del plural de la palabra latina “tempus”, que significa tiempo, estación.
 
“Hasta hace pocos años, las Cuatro Témporas figuraban en el calendario litúrgico de la Iglesia católica”, —miércoles, viernes y sábado— inmediatamente antes del comienzo de cada estación del año. Cabe decir que la obligatoriedad del ayuno fue instaurada por el Papa Calixto I, en los primeros años del siglo III, aunque el precepto no se cumplió en Occidente hasta el siglo XII, mientras que los cristianos de Oriente nunca aceptaron dicho precepto. Por lo que respecta a lo que nos es más próximo, a las témporas del labriego de la vieja España rural, supone la persistencia de un método de predicción del tiempo meteorológico. Una cosa es que dicho método no sea científico y otra que no sea método. Método significa literalmente “camino o vía para llegar más lejos”. Así, método es un modo ordenado y sistemático de proceder para llegar a un resultado o fin determinado: por ejemplo, una predicción. Que la predicción tenga éxito, que se verifique, es algo que la ciencia meteorológica todavía sigue intentando…
En la práctica, el pronóstico del tiempo por el método de las témporas —guardado y transmitido de padres a hijos con abundantes variaciones, como todo conocimiento antiguo, como toda la poesía oral—- consiste en intentar predecir el tiempo que hará en cada una de las estaciones siguientes basándose en el tiempo observado en cada uno de los días estipulados —miércoles, viernes y sábado— antes del cambio de cada estación.
 
 
Para realizar la predicción, las témporas se calculan —citando la “Cronografía”, de 1588, del astrólogo y cosmógrafo Jerónimo de Chaves— del siguiente modo: “Las primeras Cuatro Témporas son, Miércoles, Viernes y Sábado de la segunda semana de Cuaresma. Las segundas son Miércoles, Viernes y Sábado de la semana primera, después del día de Pentecostés. Las terceras son Miércoles, Viernes y Sábado siguientes a la Santa Cruz, que cae a catorce de Septiembre. Las últimas son el Miércoles, Viernes y Sábado siguientes a Santa Lucía, que es a trece de Diciembre. Y débese notar, que cuando estas dos fiestas, Santa Cruz y Santa Lucía, cayeren en Miércoles, las Témporas no se tienen de celebrar aquella semana, y pásanse a la siguiente”. Así que, como el 14 de septiembre de 2011, día de la Santa Cruz, cayó en miércoles, la témpora de otoño se traslada a la semana siguiente. Por tanto, el tiempo observado el pasado miércoles, hoy viernes y mañana sábado —con especial atención a la dirección del viento y al comportamiento de las nubes— va a definir la tendencia predominante de los meses de octubre —por el miércoles—, de noviembre —por el viernes- y de diciembre -por el sábado— .
De la combinación del calendario litúrgico de la Iglesia con la observación del tiempo en una localidad o región surgió, pues, la costumbre — que poco a poco se va desdibujando— de pronosticar el tiempo a medio plazo. De calificar la práctica de este curioso método inductivo —que hunde sus raíces, más allá de Calixto I, en la tradición hebrea, griega y romana— ya se encargó la propia Iglesia hace siglos al declararla supersticiosa creencia popular.
 
Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha dejado a criterio de la Conferencia Episcopal de cada país que establezca la conveniencia o no de celebrar las tres jornadas de ayuno, oración y penitencia correspondientes a cada Témpora. Son muchos los testimonios de la utilización de las témporas, como método predictivo, en la literatura. Carmen Gozalo de Andrés señala como “uno de los documentos más explícitos sobre el controvertido pronóstico” el del filósofo Benito Feijoo, quien, en su “Teatro Crítico Universal”, dedica un capítulo entero a combatir la creencia popular en las témporas: “La observación de las mudanzas de temporal, arreglada a los cuatro ternarios de días de ayuno establecidos por la Iglesia, que vulgarmente llaman Cuatro Témporas, no tiene fundamento alguno ni en la razón ni en la experiencia; antes, la razón y la experiencia militan contra ella”.
 
Tal vez sobresaturado —o insuficientemente asistido o deficientemente auxiliado— por los excesos racionalistas de los siglos XIX y XX, el hombre del siglo XXI opone tan débil resistencia al encanto de las modas “retro”. El tiempo pasa, las cosas se transforman, pasan, se transforman, vuelven…, y vuelve el Calendario Zaragozano a ser un “best seller”. “O tempora, o mores!”. ¡Oh tiempos!, ¡oh costumbres! La formidable cantidad de dinero empleada por la humanidad en intentar pronosticar el tiempo, la importancia económica, industrial, turística, agropecuaria, la mera supervivencia del rebosante planeta azul, parece justificar hoy, como ayer, todo intento cuando la necesidad es, verdaderamente, cuestión de vida o muerte. La obsesión de nuestro tiempo –la seguridad- algo tiene que ver con la vieja servidumbre de intentar predecir, adivinar, los acontecimientos. Borrar toda incertidumbre, garantizar lo futuro, triunfar sobre la quimera, parece llevar al hombre contemporáneo levemente inclinado. Hacia la nostalgia. Y así, “Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón”.
  
Escrito el 01/03/2019 Agricultura, El tiempo 0 1672

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